"I CICLO DE CONFERENCIAS SOBRE LA AUTORIDAD AUTÓNOMA REGULADORA DE ENERGÍA NUCLEAR: A 25 AÑOS DE CHERNOBIL, PERSPECTIVAS DE LA ENERGÍA NUCLEAR EN EL PERÚ"
Sala Miguel Grau Seminario, Congreso de la República del Perú
Lima, 25 de abril de 2011
Ver video Conferencia "Chernóbil a 25 años de Fukushima. Seguridad Nuclear para el futuro"
Expositor: Francisco Vidarte, presidente de la APN
Ver video Conferencia "Chernóbil a 25 años de Fukushima. Seguridad Nuclear para el futuro"
Expositor: Francisco Vidarte, presidente de la APN
El 26 de abril se recuerda 25 años de accidente nuclear en Chernobil
- Con el objetivo de dar a conocer las perspectivas de la energía nuclear en el Perú y al recordarse 25 años del accidente nuclear de Chernobil, este martes se realizó una conferencia sobre este tema y sobre seguridad radiológica, organizada por el Instituto para la Energía Nuclear y el Desarrollo (IEDES).
- Esta actividad tuvó lugar en la Sala Miguel Grau del Congreso de la República.
El presidente del IEDES, Rolando Páucar Jáuregui, señaló que el objetivo es informar a la opinión pública un balance sobre la energía nuclear a futuro, así como las medidas de seguridad que deben existir cuando se detecte una fuga de radiación.
También se dió a conocer sobre las consecuencias para las personas que han tenido contacto con sustancias radiactivas. Esta información estuvo a cargo del médico oncólogo y terapeuta Víctor Carpio Llerena.
El balance de la seguridad nuclear a futuro estuvo a cargo del presidente de la Asociación de Profesionales Nucleares, Francisco Vidarte García.
Por su parte, Rolando Páucar Jáuregui trató acerca de los retos y desafíos de la energía nuclear en el Perú como fuente energética.
Finalmente, la congresista Susana Vilca Achata, informó sobre la situación Proyecto de Ley sobre la Autoridad Autónoma Reguladora de Energía Nuclear, pendiente a debatir en el Pleno del Congreso de la República.
Video, entrevista en RPP: Francisco Vidarte: A 25 Años de Chernóbil
La Verdadera Locura de Chernobyl
Por Zbigniew Jaworowski, M.D; Ph.D.
Por Zbigniew Jaworowski, M.D; Ph.D.
Un eminente científico de Polonia cuenta la verdadera historia de Chernobyl hoy, en contraste con las salvajes mentiras en la mayor parte de los medios.
NOTA DE FAEC: El Prof. Zbigniew Jaworowski, M.D. Ph.D. D.Sc., es el presidente del consejo Científico del Laboratorio Central de Protección Radiológica de Varso-via, Polonia. Es un científico multidisciplinario, ha estudiado la contaminación de radionucleidos y metales pesados; ha realizado 7 expediciones a glaciares del mundo, incluida la Antártida, estudiando los efectos del fallout radioactivo de los ensayos nucleares en las décadas del 50 y 60; ha servido como presidente del UNSCEAR, Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de las Radiacio-nes Atómicas. Varios de sus artículos y papers han sido publicados en el sitio web de FAEC, muchos de ellos demostrando la poca validez de las muestras de hielo de Groenlandia y la Antártida para la determinación de los niveles del CO2 en la atmósféra del pasado cercano y prehistórico, producto de una serie de deficiencias tecnicas y metodológicas observadas, y por suposiciones erradas que se dan por descontadas como hechos comprobados.
El edificio del reactor No. 4 de Chernobyl
Diez días después de que las explosiones de vapor e hidrógeno volaron al reactor No. 4 de Chernobyl, el fuego que había derretido al núcleo se apagó espontáneamente. Pero el drama de esta catástrofe to-davía florece, alimentado por la política, las autoridades, los medios, los intereses de los grupos ecolo-gistas, organizaciones de caridad, y científicos. Vive en la memoria colectiva del mundo, e induce daños de salud, sociales, y económicos en millones de personas de Bielorrusia, Rusia y Ucrania. Es extensamente explotado por los Verdes, y estrangula el desarrollo de la fuente de energía más limpia, segura y prácticamente inextinguible: la energía nuclear.
Enormes cantidades de polvo radioactivo ingresaron a la atmósfera desde el reactor en llamas. Sin embargo, esta cantidad de radioactividad fue nada más que el 0,5% de la producida por las 543 explo-sione nucleares en la superficie durante las décadas pasadas. De todas estos ensayos nucleares, la dosis de radiación más alta recibida fue en 1963, 0,112 milisieverts (UNSCEAR, 2000). En comparación, la dosis de radiación recibida por la población del hemisferio norte proveniente del reactor de Chernobyl durante el primer año después del accidente de 1986, fue de 0,045 mSv; esto es, menos del 2% del promedio de la dosis por radiación natural de fondo (2,4 mSv por año – UNSCEAR, 2000).
Durante los próximos 70 años, esta población estará expuesta a una dosis total de Chernobyl de unos 1,4 mSv, o 0,08% de la dosis natural de toda una vida que es de 170 mSv. La gente que vive en las áreas más contaminadas de la antigua Unión Soviética están ahora expuestas a una dosis promedio de Chernobyl de apenas 1 mSv por año.
Pero todas estas dosis están minimizadas en comparación con las dosis de la radiación natural de fondo de muchas partes del mundo. Por ejemplo, en Brasil y el sudoeste de Francia, la radiación natural al-canza a más de 70 mSv anuales (UNSCEAR 2000). Jamás se ha detectado ningún efecto dañino para la salud en áreas con niveles de radiación de fondo tan elevados. Más bien sucede lo contrario: en los Estados Unidos y China, la incidencia de cánceres se menor en regiones con niveles de radiación de fondo más altos que en las regiones de menores niveles de radiación (Frigerio et al., 1973; Frigerio y Store, 1976; Wei, 1990).
Entre los radiólogos británicos que están expuestos principalmente a los rayos-X, la mortalidad pr todas las causas y por cáncer es alrededor del 50% más baja que en la población masculina promedio de Inglaterra y Gales (Berrington et al., 2001). También, en muchas otros grupos poblacionales que fueron a bajas dosis de radiación ionizante se observa una disminución en los tumores malignos neoplásmicos.
El mayor daño fue en las mentes
Visto todo lo anterior, quizás no resulte sorprendente que uno pueda afirmar que el peor daño causado a la gente expuesta por el fallout de Chernobyl no fue causado por la radiación, y no fue provocado sobre la piel, carne y huesos sino sobre las mentes.
En términos de pérdidas de vidas humanas (31 muertes tempranas), el accidente de la central nuclear de Chernobyl fue un evento menor, cuando se lo compara con muchas otras catástrofes industriales. En el siglo 20 hubo más de 10 de esas catástrofes, donde murieron desde varios cientos hasta varios miles de personas. Por ejemplo: en 1984, unas 20.000 personas murieron a consecuencia de una explosión en una fábrica de pesticidas de Union Carbide en Bhopal, India. En 1975, el colapso de la represa Banquiao sobre el Río Ru, en China, causó 23.000 muertes. El mundo no conmemora el aniver-sario de estos terribles desastres causados por el hombre, pero año tras año se hace con el accidente de Chernobyl, que fue miles de veces menos letal.
Y si miramos en accidentes relacionados sólo con el sector productor de electricidad, las primeras muertes en Chernobyl fueron más bajas que en la mayoría de otras fuentes de energía. Fueron 3 veces más bajas que las muertes ocurridas en estaciones que usaban combustibles de petróleo, 13 veces in-feriores a las que usan gas licuado, y 15 veces más bajas que las ocurridas en las generadoras hidro-eléctricas (sin incluir al desastre de Banquiao). Pero el impacto político, económico, social y psicológico de Chernobyl fue enorme. Veamos qué sucedió, comenzando con mi experiencia personal.
Mi experiencia en Chernobyl
Como a las 9:00 de la mañana del Lunes 28 de abril de 1986, a la entrada de mi instituto en Varsovia, fui recibido por un colega que me dijo, “Mira, a las 7 he recibido un telex de una estación de monitoreo en el norte de Polonia diciendo que la radioactividad beta del aire es 550.000 veces más alta que el día anterior. Yo encontré un aumento similar en el filtro de aire de la estación en nuestro patio, y el pavi-mento aquí está altamente radioactivo.”
Esto fue un shock terrible. Mi primer pensamiento fue,”¡Una guerra nuclear!” Es curioso que toda mi atención estuviese centrada en este enorme aumento de la radioactividad del aire, aunque yo sabía que la tasa de la dosis de radiación gama externa penetrando en nuestros cuerpos, en este primer día después del accidente de Chernobyl, era más alto sólo en un factor de 3 que el del día anterior, y que era similar a la dosis promedio de la radiación natural de fondo, que los seres humanos han estado reci-biendo desde tiempos inmemoriales de la superficie y de los rayos cósmicos.
Pero en 1986, el impacto de un aumento dramático en la radioactividad atmosférica dominaba mi pen-samiento, y la del todos los demás. Este estado mental llevó a consecuencias inmediatas. Primero hubo acciones frenéticas, como la determinación ad hoc de diferentes límites para radionucleidos en los ali-mentos, agua, y otras cosas. Estos límites variaban en un factor de varios miles en diferentes países, reflejando un estado emocional de los tomadores de decisiones, y factores políticos y mercenarios.
Por ejemplo, Suecia permitía 30 veces más radioactividad en las verduras importadas que en las domés-ticas, e Israel permitía menos radioactividad en la comida proveniente de Europa Oriental que la de la Occidental. Las Filipinas impusieron un límite para la concentración del Cesio-137 en las verduras de 22 becquereles por kilogramo, lo que era 8600 veces más bajo en la más pragmática Gran Bretaña. En Polonia, un grupo de físicos nucleares e ingenieros propusieron un límite de 27 becquereles para el Cesio-137 en 1 kg de cualquier alimento, pero afortunadamente las autoridades decidieron con mayor sobriedad.
La mayoría de estas restricciones no tenían sentido desde el punto de vista de la salud humana, pero sus costos fueron enormes. Como ejemplo, las autoridades Noruegas introdujeron un límite para el Cesio-137 en la carne de reno y de caza de 600, y luego de 6000 Bq/kg (Henriksen y Saxebol, 1988). Un noruego promedio come 0,6 kg de carne de reno por año. Con el límite más alto, la dosis de radia-ción de esta carne sería 0,047 mSv pro año. De tal forma esta medida estaba apuntando a proteger a los noruegos de una osis de radiación que es cerca de 200 veces más baja que la dosis natural en algunas regiones de Noruega (11 mSv/año). Los costos de esta “protección” se elevaron hasta los $51 millones de dólares.
Otros países no lo hacían mejor. El profesor Klaus Becker, del Instituto de Medidas de Alemania estimó recientemente que esta clase de prácticas, junto con sus consecuencias para la industria nuclear, significa los costos del accidente de Chernobyl en la Europa Occidental probablemente hayan excedido los $100.000 millones de dólares.
Evacuación Innecesaria
Sin embargo, la acción más insensata fue la evacuación de 336.000 personas de las regiones contami-nadas de la antigua Unión Soviética, donde la dosis de radiación de Chernobyl fue el doble que la dosis natural de fondo. Más tarde, el límite de la dosis de radiación a la que la gente era evacuada fue baja-do hasta por debajo del nivel natural de radiación, a un nivel que era cinco veces más bajo que el existente en el hall de la estación de trenes Grand Central de Nueva York. La radiación de la estación Grand Central proviene de la radiactividad natural de los bloques de granito usados en su construcción.
Se delimitaron las regiones contaminadas de la antigua URSS, comenzando con un nivel de radioacti-vidad del Cesio-137 en el suelo de 37 kBq por metro cuadrado. La dosis de radiación recibida de esta fuente era de unos 1,6 mSv durante el primer año después del accidente de Chenobyl; la dosis de vida entera (70 años) de esta fuente llegaría a los 6 mSv. Debe notarse que este nivel de radioactividad es unas 10 veces más bajo que el contenido promedio de unos 37 radionucleidos presentes en una capa de 10 cm de espesor del suelo de nuestro jardín (400 kBq/m2) y la correspondiente dosis de radiación para toda la vida de Chernobyl es 28 veces más baja que la dosis natural promedio de toda una vida.
Enormes cantidades de polvo radioactivo ingresaron a la atmósfera desde el reactor en llamas. Sin embargo, esta cantidad de radioactividad fue nada más que el 0,5% de la producida por las 543 explo-sione nucleares en la superficie durante las décadas pasadas. De todas estos ensayos nucleares, la dosis de radiación más alta recibida fue en 1963, 0,112 milisieverts (UNSCEAR, 2000). En comparación, la dosis de radiación recibida por la población del hemisferio norte proveniente del reactor de Chernobyl durante el primer año después del accidente de 1986, fue de 0,045 mSv; esto es, menos del 2% del promedio de la dosis por radiación natural de fondo (2,4 mSv por año – UNSCEAR, 2000).
Durante los próximos 70 años, esta población estará expuesta a una dosis total de Chernobyl de unos 1,4 mSv, o 0,08% de la dosis natural de toda una vida que es de 170 mSv. La gente que vive en las áreas más contaminadas de la antigua Unión Soviética están ahora expuestas a una dosis promedio de Chernobyl de apenas 1 mSv por año.
Pero todas estas dosis están minimizadas en comparación con las dosis de la radiación natural de fondo de muchas partes del mundo. Por ejemplo, en Brasil y el sudoeste de Francia, la radiación natural al-canza a más de 70 mSv anuales (UNSCEAR 2000). Jamás se ha detectado ningún efecto dañino para la salud en áreas con niveles de radiación de fondo tan elevados. Más bien sucede lo contrario: en los Estados Unidos y China, la incidencia de cánceres se menor en regiones con niveles de radiación de fondo más altos que en las regiones de menores niveles de radiación (Frigerio et al., 1973; Frigerio y Store, 1976; Wei, 1990).
Entre los radiólogos británicos que están expuestos principalmente a los rayos-X, la mortalidad pr todas las causas y por cáncer es alrededor del 50% más baja que en la población masculina promedio de Inglaterra y Gales (Berrington et al., 2001). También, en muchas otros grupos poblacionales que fueron a bajas dosis de radiación ionizante se observa una disminución en los tumores malignos neoplásmicos.
El mayor daño fue en las mentes
Visto todo lo anterior, quizás no resulte sorprendente que uno pueda afirmar que el peor daño causado a la gente expuesta por el fallout de Chernobyl no fue causado por la radiación, y no fue provocado sobre la piel, carne y huesos sino sobre las mentes.
En términos de pérdidas de vidas humanas (31 muertes tempranas), el accidente de la central nuclear de Chernobyl fue un evento menor, cuando se lo compara con muchas otras catástrofes industriales. En el siglo 20 hubo más de 10 de esas catástrofes, donde murieron desde varios cientos hasta varios miles de personas. Por ejemplo: en 1984, unas 20.000 personas murieron a consecuencia de una explosión en una fábrica de pesticidas de Union Carbide en Bhopal, India. En 1975, el colapso de la represa Banquiao sobre el Río Ru, en China, causó 23.000 muertes. El mundo no conmemora el aniver-sario de estos terribles desastres causados por el hombre, pero año tras año se hace con el accidente de Chernobyl, que fue miles de veces menos letal.
Y si miramos en accidentes relacionados sólo con el sector productor de electricidad, las primeras muertes en Chernobyl fueron más bajas que en la mayoría de otras fuentes de energía. Fueron 3 veces más bajas que las muertes ocurridas en estaciones que usaban combustibles de petróleo, 13 veces in-feriores a las que usan gas licuado, y 15 veces más bajas que las ocurridas en las generadoras hidro-eléctricas (sin incluir al desastre de Banquiao). Pero el impacto político, económico, social y psicológico de Chernobyl fue enorme. Veamos qué sucedió, comenzando con mi experiencia personal.
Mi experiencia en Chernobyl
Como a las 9:00 de la mañana del Lunes 28 de abril de 1986, a la entrada de mi instituto en Varsovia, fui recibido por un colega que me dijo, “Mira, a las 7 he recibido un telex de una estación de monitoreo en el norte de Polonia diciendo que la radioactividad beta del aire es 550.000 veces más alta que el día anterior. Yo encontré un aumento similar en el filtro de aire de la estación en nuestro patio, y el pavi-mento aquí está altamente radioactivo.”
Esto fue un shock terrible. Mi primer pensamiento fue,”¡Una guerra nuclear!” Es curioso que toda mi atención estuviese centrada en este enorme aumento de la radioactividad del aire, aunque yo sabía que la tasa de la dosis de radiación gama externa penetrando en nuestros cuerpos, en este primer día después del accidente de Chernobyl, era más alto sólo en un factor de 3 que el del día anterior, y que era similar a la dosis promedio de la radiación natural de fondo, que los seres humanos han estado reci-biendo desde tiempos inmemoriales de la superficie y de los rayos cósmicos.
Pero en 1986, el impacto de un aumento dramático en la radioactividad atmosférica dominaba mi pen-samiento, y la del todos los demás. Este estado mental llevó a consecuencias inmediatas. Primero hubo acciones frenéticas, como la determinación ad hoc de diferentes límites para radionucleidos en los ali-mentos, agua, y otras cosas. Estos límites variaban en un factor de varios miles en diferentes países, reflejando un estado emocional de los tomadores de decisiones, y factores políticos y mercenarios.
Por ejemplo, Suecia permitía 30 veces más radioactividad en las verduras importadas que en las domés-ticas, e Israel permitía menos radioactividad en la comida proveniente de Europa Oriental que la de la Occidental. Las Filipinas impusieron un límite para la concentración del Cesio-137 en las verduras de 22 becquereles por kilogramo, lo que era 8600 veces más bajo en la más pragmática Gran Bretaña. En Polonia, un grupo de físicos nucleares e ingenieros propusieron un límite de 27 becquereles para el Cesio-137 en 1 kg de cualquier alimento, pero afortunadamente las autoridades decidieron con mayor sobriedad.
La mayoría de estas restricciones no tenían sentido desde el punto de vista de la salud humana, pero sus costos fueron enormes. Como ejemplo, las autoridades Noruegas introdujeron un límite para el Cesio-137 en la carne de reno y de caza de 600, y luego de 6000 Bq/kg (Henriksen y Saxebol, 1988). Un noruego promedio come 0,6 kg de carne de reno por año. Con el límite más alto, la dosis de radia-ción de esta carne sería 0,047 mSv pro año. De tal forma esta medida estaba apuntando a proteger a los noruegos de una osis de radiación que es cerca de 200 veces más baja que la dosis natural en algunas regiones de Noruega (11 mSv/año). Los costos de esta “protección” se elevaron hasta los $51 millones de dólares.
Otros países no lo hacían mejor. El profesor Klaus Becker, del Instituto de Medidas de Alemania estimó recientemente que esta clase de prácticas, junto con sus consecuencias para la industria nuclear, significa los costos del accidente de Chernobyl en la Europa Occidental probablemente hayan excedido los $100.000 millones de dólares.
Evacuación Innecesaria
Sin embargo, la acción más insensata fue la evacuación de 336.000 personas de las regiones contami-nadas de la antigua Unión Soviética, donde la dosis de radiación de Chernobyl fue el doble que la dosis natural de fondo. Más tarde, el límite de la dosis de radiación a la que la gente era evacuada fue baja-do hasta por debajo del nivel natural de radiación, a un nivel que era cinco veces más bajo que el existente en el hall de la estación de trenes Grand Central de Nueva York. La radiación de la estación Grand Central proviene de la radiactividad natural de los bloques de granito usados en su construcción.
Se delimitaron las regiones contaminadas de la antigua URSS, comenzando con un nivel de radioacti-vidad del Cesio-137 en el suelo de 37 kBq por metro cuadrado. La dosis de radiación recibida de esta fuente era de unos 1,6 mSv durante el primer año después del accidente de Chenobyl; la dosis de vida entera (70 años) de esta fuente llegaría a los 6 mSv. Debe notarse que este nivel de radioactividad es unas 10 veces más bajo que el contenido promedio de unos 37 radionucleidos presentes en una capa de 10 cm de espesor del suelo de nuestro jardín (400 kBq/m2) y la correspondiente dosis de radiación para toda la vida de Chernobyl es 28 veces más baja que la dosis natural promedio de toda una vida.
La evacuación causó un enorme perjuicio a las poblaciones de Bielorrusia, Rusia y Ucrania. Llevó a masivas perturbaciones psicosomáticas, grandes pérdidas económicas, y consecuencias sociales trau-máticas. De acuerdo con el académico Leonid A Ilyin, la autoridad máxima en protección radiológica de Rusia, la reubicación en masa fue implementada por el gobierno soviético bajo la presión de populistas, ecologistas, y auto nombrados especialistas, en contra del consejo de los mejores científicos rusos.
Además de las 28 muertes entre los trabajadores de rescate y los empelados de la estación nuclear, causadas por muy elevadas dosis de radiación –y de otras 3 muertes debidas a otras causas- la única real consecuencia adversa para la salud del accidente de Chernobyl, entre unas 5 millones de personas que vivían en la región, es una epidemia de enfermedades psicosomáticas: enfermedades de los siste-mas digestivos y circulatorios, y otros desórdenes de estrés postraumáticos, como pérdida del sueño, dolores de cabeza, depresión, ansiedad, escapismo, indefensión adquirida, falta de deseos de coopera-ción, sobredependencia, abuso de alcohol y drogas, y suicidios.
El desastre de la radiofobia
Estas enfermedades y perturbaciones no fueron causadas por la radiación del fallout de Chernobyl, sino por la radiofobia (un miedo irracional a la radiación), agravado por decisiones administrativas erradas, y aun por un aumento en la atención médica. Paradójicamente, tal atención lleva a diagnósticos de cam-bios subclínicos que atraen la atención del paciente de manera persistente.
Las decisiones administrativas implementadas causaron que millones de personas creyeran que eran víctimas de Chernobyl, aunque la dosis promedio anual recibida por Chernobyl fue de apenas la ter-cera parte de la dosis natural de fondo. Esta victimización fue el factor principal por detrás de las pérdidas económicas causadas por la catástrofe de Chernobyl, que se estima han llegado a los $148.000 millones de dólares en 2000 para Ucrania, y llegarán a los $235.000 millones para Bielorrusia.
En la Europa Occidental, los factores psicológicos y la negligencia en la protección radiológica en el currículo de muchos estudios médicos, probablemente llevaron al aborto de unas 100 a 200.000 embarazos deseados, poco después del accidente, donde los médicos aconsejaron erradamente a los pacientes que la radiación de Chernobyl imponía un serio riesgo a los niños por nacer (Ketchum, 1987).
En 2000, el UNSCEAR, Comité Científico de las Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Ató-mica, el cuerpo con mayor autoridad en estas materia, y en 2006, el Forum Chernobyl de las Naciones Unidas (un grupo compuesto de representantes de ocho organizaciones de la ONU, el Banco Mundial, y los gobiernos de Bielorrusia, Ucrania y Rusia), declararon en sus documentos que a excepción de los cánceres de la tiroides, no hubo ningún aumento en la incidencia de cánceres sólidos o de leucemias, y tampoco ningún aumento en las enfermedades genéticas observadas en las áreas muy contaminadas.
El Efecto Muestreo
Yo creo que el aumento en la incidencia de los cánceres de tiroides es el resultado del “efecto mues-treo”. El aumento reportado en los casos observados de cáncer de tiroides en los niños fue observado primero en la región de Bryansk, Rusia, ya en 1987, tan sólo un año después del accidente, lo que resulta sr demasiado temprano para estar de acuerdo con lo que conocemos sobre los cánceres induci-dos por la radiación. La incidencia máxima de estos cánceres (0,027%) fue también observada en la región de Bryansk, en 1994.
En poblaciones normales, hay una alta incidencia en cánceres ocultos de tiroides (aquellos sin síntomas clínicos que son descubiertos post mortem, o por el uso de los tests de diagnóstico USG). En los Esta-dos Unidos, el 13% de la población tiene cáncer de tiroides oculto; las cifras son del 28% en Japón; y 35% en Finlandia. En Finlandia, los cánceres de tiroides ocultos se observan en el 2.4% de los niños (Harach et al., 1985); es decir, unas 90 veces más que el máximo hallado en la región de Bryansk en 1994! De acuerdo con las regulaciones del Ministerio de Salud de Bielorrusia, la tiroides de todas las personas que tenían menos de 18 años en 1986, y también de cada habitante de las áreas contami-nadas están ahora bajo muestreo anual para descubrir cánceres de tiroides (Parshkov et al., 2004). Más del 90% de los niños en las áreas contaminadas son testeados todos los años para cánceres de tiroides. Es obvio que un programa a tan vasta escala da por resultado el descubrimiento de cánceres que, de otra manera, permanecerían ocultos y por ende, fuera de las estadísticas.
Mortalidad menor
La información publicada por Ivanov et al. (2004), y citada en los documentos del Foro de Chernobyl (Forum 2005, Forum 2006) muestran una mortalidad del 15 al 30 menor entre los trabajadores de emergencia de Chernobyl, y un 5% de menor incidencia de cánceres sólidos entre los pobladores del distrito de Bryansk (el área más contaminada de Rusia) en comparación con la población general de Rusia (ver gráficos).
En el grupo más expuesto de esta población (aquellos que recibieron una dosis de 5 mSv por año), hubo una incidencia del 17% menor en todos los cánceres sólidos. Tampoco hubo un aumento en la incidencia de desórdenes hereditarios. Esta información, más que una suposición de un efecto “lineal sin umbral”, o LNT (ver más abajo) provee de una buena base para una proyección realista de la salud futura de millones de personas oficialmente etiquetadas como “víctimas” de Chernobyl.
La conclusión final del informe 2000 del UNSCEAR es que esta gente no tiene que vivir con el miedo a serias consecuencias para su salud, y el informe pronostica que deben predominar positivas perspec-tivas para la salud futura de la mayoría de los individuos.
Además de las 28 muertes entre los trabajadores de rescate y los empelados de la estación nuclear, causadas por muy elevadas dosis de radiación –y de otras 3 muertes debidas a otras causas- la única real consecuencia adversa para la salud del accidente de Chernobyl, entre unas 5 millones de personas que vivían en la región, es una epidemia de enfermedades psicosomáticas: enfermedades de los siste-mas digestivos y circulatorios, y otros desórdenes de estrés postraumáticos, como pérdida del sueño, dolores de cabeza, depresión, ansiedad, escapismo, indefensión adquirida, falta de deseos de coopera-ción, sobredependencia, abuso de alcohol y drogas, y suicidios.
El desastre de la radiofobia
Estas enfermedades y perturbaciones no fueron causadas por la radiación del fallout de Chernobyl, sino por la radiofobia (un miedo irracional a la radiación), agravado por decisiones administrativas erradas, y aun por un aumento en la atención médica. Paradójicamente, tal atención lleva a diagnósticos de cam-bios subclínicos que atraen la atención del paciente de manera persistente.
Las decisiones administrativas implementadas causaron que millones de personas creyeran que eran víctimas de Chernobyl, aunque la dosis promedio anual recibida por Chernobyl fue de apenas la ter-cera parte de la dosis natural de fondo. Esta victimización fue el factor principal por detrás de las pérdidas económicas causadas por la catástrofe de Chernobyl, que se estima han llegado a los $148.000 millones de dólares en 2000 para Ucrania, y llegarán a los $235.000 millones para Bielorrusia.
En la Europa Occidental, los factores psicológicos y la negligencia en la protección radiológica en el currículo de muchos estudios médicos, probablemente llevaron al aborto de unas 100 a 200.000 embarazos deseados, poco después del accidente, donde los médicos aconsejaron erradamente a los pacientes que la radiación de Chernobyl imponía un serio riesgo a los niños por nacer (Ketchum, 1987).
En 2000, el UNSCEAR, Comité Científico de las Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Ató-mica, el cuerpo con mayor autoridad en estas materia, y en 2006, el Forum Chernobyl de las Naciones Unidas (un grupo compuesto de representantes de ocho organizaciones de la ONU, el Banco Mundial, y los gobiernos de Bielorrusia, Ucrania y Rusia), declararon en sus documentos que a excepción de los cánceres de la tiroides, no hubo ningún aumento en la incidencia de cánceres sólidos o de leucemias, y tampoco ningún aumento en las enfermedades genéticas observadas en las áreas muy contaminadas.
El Efecto Muestreo
Yo creo que el aumento en la incidencia de los cánceres de tiroides es el resultado del “efecto mues-treo”. El aumento reportado en los casos observados de cáncer de tiroides en los niños fue observado primero en la región de Bryansk, Rusia, ya en 1987, tan sólo un año después del accidente, lo que resulta sr demasiado temprano para estar de acuerdo con lo que conocemos sobre los cánceres induci-dos por la radiación. La incidencia máxima de estos cánceres (0,027%) fue también observada en la región de Bryansk, en 1994.
En poblaciones normales, hay una alta incidencia en cánceres ocultos de tiroides (aquellos sin síntomas clínicos que son descubiertos post mortem, o por el uso de los tests de diagnóstico USG). En los Esta-dos Unidos, el 13% de la población tiene cáncer de tiroides oculto; las cifras son del 28% en Japón; y 35% en Finlandia. En Finlandia, los cánceres de tiroides ocultos se observan en el 2.4% de los niños (Harach et al., 1985); es decir, unas 90 veces más que el máximo hallado en la región de Bryansk en 1994! De acuerdo con las regulaciones del Ministerio de Salud de Bielorrusia, la tiroides de todas las personas que tenían menos de 18 años en 1986, y también de cada habitante de las áreas contami-nadas están ahora bajo muestreo anual para descubrir cánceres de tiroides (Parshkov et al., 2004). Más del 90% de los niños en las áreas contaminadas son testeados todos los años para cánceres de tiroides. Es obvio que un programa a tan vasta escala da por resultado el descubrimiento de cánceres que, de otra manera, permanecerían ocultos y por ende, fuera de las estadísticas.
Mortalidad menor
La información publicada por Ivanov et al. (2004), y citada en los documentos del Foro de Chernobyl (Forum 2005, Forum 2006) muestran una mortalidad del 15 al 30 menor entre los trabajadores de emergencia de Chernobyl, y un 5% de menor incidencia de cánceres sólidos entre los pobladores del distrito de Bryansk (el área más contaminada de Rusia) en comparación con la población general de Rusia (ver gráficos).
En el grupo más expuesto de esta población (aquellos que recibieron una dosis de 5 mSv por año), hubo una incidencia del 17% menor en todos los cánceres sólidos. Tampoco hubo un aumento en la incidencia de desórdenes hereditarios. Esta información, más que una suposición de un efecto “lineal sin umbral”, o LNT (ver más abajo) provee de una buena base para una proyección realista de la salud futura de millones de personas oficialmente etiquetadas como “víctimas” de Chernobyl.
La conclusión final del informe 2000 del UNSCEAR es que esta gente no tiene que vivir con el miedo a serias consecuencias para su salud, y el informe pronostica que deben predominar positivas perspec-tivas para la salud futura de la mayoría de los individuos.
La Evaluación del Foro Chernobyl
Las publicaciones del Foro Chernobyl de las Naciones Unidas presentan un vistazo bastante equili-brado de los problemas de salud de Chernobyl, con tres excepciones importantes. Primero, el docu-mento ignora el problema de los cánceres ocultos de tiroides, despreciando el “efecto muestreo”, y atribuye la mayoría de los casos de cáncer de tiroides a la radiación.
La segunda excepción es el problema de pacientes con “enfermedad aguda por radiación”.De las 134 personas observadas con esta enfermedad, que fueron expuestos extremadamente altos niveles de radiación, 31 murieron poco después del accidente. Entre los 103 sobrevivientes, 19 han muerto ya para el año 2004, en su mayor parte por desórdenes como gangrena pulmonar, enfermedades coronaras, tuberculosis, cirrosis hepática, embolia grasa, y así por delante, que difícilmente puede ser definido como problemas causados por la radiación ionizante.
Sin embargo, el Foro Chernobyl presenta a estas muertes como el resultado de elevada irradiación, llevando así al total de víctimas mortales a 50 por irradiación aguda. Después de muchas primaveras, todos los 103 sobrevivientes habrán muerto por fin. La filosofía del Foro Chernobyl los contará, enton-ces, a todos ellos llevando a la cuenta de muertes por irradiación agua a 134.
De hecho, sin embargo, la tasa de mortalidad entre estos 103 sobrevivientes fue de 1,08% anual, es decir, menor que la mortalidad promedio en los tres países afectados, que era de 1,5% en el 2000 (GUS, 2001).
Y finalmente, la tercera excepción a los documentos del Foro Chernobyl: El Foro proyecta muertes fu-turas por cáncer, causadas por los bajos niveles de la radiación de Chernobyl, de 4000 a exactamente 9935 muertes. Esta proyección no está basada en tendencias de mortalidad por cáncer, o incidencia de cánceres observadas durante los pasados 230 años. Como se ha discutido arriba, de acuerdo con los estudios epidemiológicos citados por Foro Chernobyl, no hubo un aumento sino una disminución en ambos de estos parámetros epidemiológicos hallados entre las personas expuestas. Es obvio que estas son las tendencias que debería ser usadas para hacer proyecciones realistas de la salud en el futuro.
En vez de ello, el Foro Chernobyl realizó un ejercicio aritmético, abarcando 95 años, multiplicando pequeñas dosis de corto y largo plazo de 7 mSv, por una gran cantidad de personas, y un factor de riesgo de radiación deducido de los estudios de Hiroshima y Nagasaki. En estas dos ciudades, la gente irradiada con dosis más de 100 veces mayores que la mayoría de la víctimas de Chernobyl, en una fracción un cien millonésima parte de un segundo, y no durante unos pocos días, o muchos años, como durante o después del desastre del Chrnobyl.
La segunda excepción es el problema de pacientes con “enfermedad aguda por radiación”.De las 134 personas observadas con esta enfermedad, que fueron expuestos extremadamente altos niveles de radiación, 31 murieron poco después del accidente. Entre los 103 sobrevivientes, 19 han muerto ya para el año 2004, en su mayor parte por desórdenes como gangrena pulmonar, enfermedades coronaras, tuberculosis, cirrosis hepática, embolia grasa, y así por delante, que difícilmente puede ser definido como problemas causados por la radiación ionizante.
Sin embargo, el Foro Chernobyl presenta a estas muertes como el resultado de elevada irradiación, llevando así al total de víctimas mortales a 50 por irradiación aguda. Después de muchas primaveras, todos los 103 sobrevivientes habrán muerto por fin. La filosofía del Foro Chernobyl los contará, enton-ces, a todos ellos llevando a la cuenta de muertes por irradiación agua a 134.
De hecho, sin embargo, la tasa de mortalidad entre estos 103 sobrevivientes fue de 1,08% anual, es decir, menor que la mortalidad promedio en los tres países afectados, que era de 1,5% en el 2000 (GUS, 2001).
Y finalmente, la tercera excepción a los documentos del Foro Chernobyl: El Foro proyecta muertes fu-turas por cáncer, causadas por los bajos niveles de la radiación de Chernobyl, de 4000 a exactamente 9935 muertes. Esta proyección no está basada en tendencias de mortalidad por cáncer, o incidencia de cánceres observadas durante los pasados 230 años. Como se ha discutido arriba, de acuerdo con los estudios epidemiológicos citados por Foro Chernobyl, no hubo un aumento sino una disminución en ambos de estos parámetros epidemiológicos hallados entre las personas expuestas. Es obvio que estas son las tendencias que debería ser usadas para hacer proyecciones realistas de la salud en el futuro.
En vez de ello, el Foro Chernobyl realizó un ejercicio aritmético, abarcando 95 años, multiplicando pequeñas dosis de corto y largo plazo de 7 mSv, por una gran cantidad de personas, y un factor de riesgo de radiación deducido de los estudios de Hiroshima y Nagasaki. En estas dos ciudades, la gente irradiada con dosis más de 100 veces mayores que la mayoría de la víctimas de Chernobyl, en una fracción un cien millonésima parte de un segundo, y no durante unos pocos días, o muchos años, como durante o después del desastre del Chrnobyl.
La irradiación a largo plazo es menos perjudicial que la intensa radiación aguda en un período breve. Los cánceres radiogénicos jamás fueron observados por debajo de una dosis aguda de 100 mSv. El ejercicio se basó en un concepto obsoleto de dosis colectiva y la suposición del “efecto lineal sin umbral” (o LNT = 'linear no-threshold') que declara que hasta una dosis cercana al cero puede causar daño.
Extrapolaciones Inmorales
Esta suposición jamás ha sido probada por evidencias científicas, y de hecho es un ejercicio académico fraudulento. Los pobladores de dos ciudades japonesas fueron irradiados en una cienmillonésima de segundo con dosis que fueron varios órdenes de magnitud más elevados que los recibidos por la gente viviendo en las regiones cubiertas por el polvo de Chernobyl, en un factor de tiempo más largo en un factor de 2000 millones. El resultado no es otra cosa que una fantasía mentirosa.
Muchas organizaciones científicas y de protección radiológica, incluyendo al ex presidente de la Comi-sión Internacional de Protección Radiológica, aconsejaron en contra de tales cálculos, Sólo el hecho de adelantar estas cifras es perjudicial y sirve para alimentar los miedos de Chernobyl. Ahora, no ayudará nada si se pierde el tiempo explicando al público la complejidad de las evaluaciones de los riesgos de radiación, y la comparación de estas cifras con los niveles mucho más altos de muertes espontáneas por cáncer y así por delante. Los últimos 20 años han probado que esos esfuerzos hipotéticos son inútiles, una especie de soñar despiertos.
Hacer esos cálculos mantiene a mucha gente bien y ocupando puestos de trabajo, pero ese tipo de trabajo fue correctamente definido por uno de los fundadores de la protección radiológica, Dr. Lauriston S. Taylor, como "el profundamente inmoral uso de nuestra herencia científica.” (Taylor, 1980). Desgraciadamente, esa frase se adecua perfectamente a algunas partes de los documentos del Foro Chernobyl.
Sin embargo, resulta reconfortante e inspira confianza que, después de 20 años después del accidente de Chernobyl, otro grupo formado por cuatro organizaciones de la Naciones Unidas (UNDP, UNICEF, la OMS y UN-OCHA) en su informe de 2002 basado en estudios del UNSCEAR, se hayan atrevido a afirmar con claridad, que una gran parte de los muchos miles de millones de dólares usados en la mitigación de las consecuencias del accidente de Chernobyl fueron gastados erradamente, sin mejorar pero empeo-rando la situación de las 7 millones de personas llamadas “las víctimas de Chernobyl”, haciendo perma-nente el efecto psicológico de la catástrofe; y que las autoridades habían tomado las decisiones más equivocadas.
El Informe UNDP 2002 recomendó que los tres países post-Soviéticos, y las organizaciones internacio-nales rompiesen con la actual política. Las bases para una política semejante, esto es, la expectación de efectos de radiación masivos “no sólo ha sido fútil” –dice el informe- “sino que los inmensos recursos sacrificados para la remediación de los efectos supuestos han sido irremediablemente perdidos.”
El informe presentó 35 recomendaciones prácticas necesarias para detener el círculo vicioso de la frus-tración de Chernobyl, degradación social, pauperización, y una epidemia de desórdenes psicosomáticos, permitiendo que las personas reubicadas regresen a sus hogares, retirando todas las restricciones exis-tentes para ese retorno.
Un Campo Minado político
Pero aquí ingresamos a un campo político minado. ¿Cómo aceptará la gente que les retiren entre 50 y 75 beneficios varios, incluyendo un subsidio en dinero de contado de hasta $40 dólares mensuales, que ellos llaman poéticamente, “el bono de ataúd”? ¿Cómo se le explica a esas personas que les hizo creer que eran víctimas de lo que actualmente se conoce como un riesgo inexistente; que las evacuaciones en masa fueron un error irresponsable; que durante 20 años la gente fue expuesta innecesariamente a sufrimientos y necesidades; que vastas áreas fueron innecesariamente prohibidas de usar, y que los recursos de sus países han sido increíblemente derrochados?
Extrapolaciones Inmorales
Esta suposición jamás ha sido probada por evidencias científicas, y de hecho es un ejercicio académico fraudulento. Los pobladores de dos ciudades japonesas fueron irradiados en una cienmillonésima de segundo con dosis que fueron varios órdenes de magnitud más elevados que los recibidos por la gente viviendo en las regiones cubiertas por el polvo de Chernobyl, en un factor de tiempo más largo en un factor de 2000 millones. El resultado no es otra cosa que una fantasía mentirosa.
Muchas organizaciones científicas y de protección radiológica, incluyendo al ex presidente de la Comi-sión Internacional de Protección Radiológica, aconsejaron en contra de tales cálculos, Sólo el hecho de adelantar estas cifras es perjudicial y sirve para alimentar los miedos de Chernobyl. Ahora, no ayudará nada si se pierde el tiempo explicando al público la complejidad de las evaluaciones de los riesgos de radiación, y la comparación de estas cifras con los niveles mucho más altos de muertes espontáneas por cáncer y así por delante. Los últimos 20 años han probado que esos esfuerzos hipotéticos son inútiles, una especie de soñar despiertos.
Hacer esos cálculos mantiene a mucha gente bien y ocupando puestos de trabajo, pero ese tipo de trabajo fue correctamente definido por uno de los fundadores de la protección radiológica, Dr. Lauriston S. Taylor, como "el profundamente inmoral uso de nuestra herencia científica.” (Taylor, 1980). Desgraciadamente, esa frase se adecua perfectamente a algunas partes de los documentos del Foro Chernobyl.
Sin embargo, resulta reconfortante e inspira confianza que, después de 20 años después del accidente de Chernobyl, otro grupo formado por cuatro organizaciones de la Naciones Unidas (UNDP, UNICEF, la OMS y UN-OCHA) en su informe de 2002 basado en estudios del UNSCEAR, se hayan atrevido a afirmar con claridad, que una gran parte de los muchos miles de millones de dólares usados en la mitigación de las consecuencias del accidente de Chernobyl fueron gastados erradamente, sin mejorar pero empeo-rando la situación de las 7 millones de personas llamadas “las víctimas de Chernobyl”, haciendo perma-nente el efecto psicológico de la catástrofe; y que las autoridades habían tomado las decisiones más equivocadas.
El Informe UNDP 2002 recomendó que los tres países post-Soviéticos, y las organizaciones internacio-nales rompiesen con la actual política. Las bases para una política semejante, esto es, la expectación de efectos de radiación masivos “no sólo ha sido fútil” –dice el informe- “sino que los inmensos recursos sacrificados para la remediación de los efectos supuestos han sido irremediablemente perdidos.”
El informe presentó 35 recomendaciones prácticas necesarias para detener el círculo vicioso de la frus-tración de Chernobyl, degradación social, pauperización, y una epidemia de desórdenes psicosomáticos, permitiendo que las personas reubicadas regresen a sus hogares, retirando todas las restricciones exis-tentes para ese retorno.
Un Campo Minado político
Pero aquí ingresamos a un campo político minado. ¿Cómo aceptará la gente que les retiren entre 50 y 75 beneficios varios, incluyendo un subsidio en dinero de contado de hasta $40 dólares mensuales, que ellos llaman poéticamente, “el bono de ataúd”? ¿Cómo se le explica a esas personas que les hizo creer que eran víctimas de lo que actualmente se conoce como un riesgo inexistente; que las evacuaciones en masa fueron un error irresponsable; que durante 20 años la gente fue expuesta innecesariamente a sufrimientos y necesidades; que vastas áreas fueron innecesariamente prohibidas de usar, y que los recursos de sus países han sido increíblemente derrochados?
En muchas publicaciones uno puede leer que la catástrofe de Chernobyl tuvo serias implicancias polí-ticas, y que fue un factor importante en el desmantelamiento de la Unión Soviética. Cumplimentar con las recomendaciones del Informe UNDP 2000 ¿dará por resultado una catarsis política, y quizás induzca reacciones violentas? Esto probablemente no sea válido para Rusia, donde impera un enfrentamiento hacia Chernobyl más racional. Pero la clase política de Bielorrusia y Ucrania ha demostrado por años un enfrentamiento mucho más emocional y menos honesto. Cuando el Informe UNSCEAR 2000 (que docu-menta que no hubo serios riesgos para la salud pública por el accidente de Chernobyl) fue presentado en la Asamblea General de las Naciones Unidas, las delegaciones de Bielorrusia y Ucrania protestaron fuertemente. Esto dio por resultado la formación del Foro Chernobyl e influyó en su trabajo. Hoy, el rumor de fondo de Chernobyl y sus emociones están comenzando a asentarse. En los siglos venideros, la catástrofe será recordada como una prueba de que la energía nuclear es una muy segura fuente de producción de energía.
Referencias
- A. Berrington, S.C. Darby, H.A. Weiss, and R. Doll, 2001. “100 Years of Observation on British Radiologists: Mortality from Cancer and other Causes 1897-1997.” The British Journal of Radiology, Vol. 74, pp. 507-519.
- Forum, 2005. “Chernobyl's Legacy: Health, Environmental and Socio-Economic Impacts and Recommendations to the Governments of Belarus, the Russian Federation, and Ukraine,” U.N. Chernobyl Forum.
- Forum, 2006. “Health Effects of the Chernobyl Accident and Special Health Care Programmes,” U.N. Chernobyl Forum, Expert Group “Health” (EGH).
- N.A. Frigerio, K.F. Eckerman, and R.S. Stowe, 1973. The Argonne Radiological Impact Program (ARIP), Part I, “Carcinogenic Hazard from Low-level, Low-rate Radiation,” ANL/ES-26 Part I (Argonne, Ill.: Argonne National Laboratory).
- N.A. Frigerio and R.S. Stowe, 1976. “Carcinogenic and Genetic Hazard from Background Radiation,” Biological and Environmental Effects of Low-Level Radiation Chicago: International Atomic Energy Agency, pp. 385-393.
- GUS, 2001. Statistical Yearbook of the Republic of Poland, Vol. 61 (Warsaw: Central Statistical Office), pp. 1-734.
- H.R. Harach, K.O. Franssila, and V.M. Wasenius, 1985. “Occult Papillary Carcinoma of the Thyroid—A 'Normal' Finding in Finland. A Systematic Study,” Cancer, Vol. 56, pp. 531-538.
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- V.K. Ivanov, A.F. Tsyb, S. Ivanov, and V. Pokrovsky, 2004. “Medical Radiological Consequences of the Chernobyl Catastrophe in Russia,” NAUKA, St. Petersburg, pp. 1-387.
- L.E. Ketchum, 1987. “Lessons of Chernobyl: SNM members try to decontaminate the world threatened by fallout. Experts face challenge of educating public about risk and radiation.” J. Nuclear Medicine, Vol. 28, pp. 933-42.
- E.M. Parshkov, V.A. Sokolov, A.F. Tsyb, A.D. Proshin, and J.G. Barnes, 2004. “Radiationinduced Thyroid Cancer: What We Know and What We Really Understand,” Int. J. Low Radiation, Vol. 1, No. 3, pp. 267-278.
- L.S. Taylor, 1980. “Some Non-Scientific Influences on Radiation Protection Standards and Practice,” 5th International Congress of the International Radiation Protection Association, The Israel Health Physics Society, Jerusalem, pp. 307-319.
- UNDP, 2002. “The Human Consequences of the Chernobyl Nuclear Accident: A Strategy for Recovery.” Chernobyl Report-Final 240102, United Nations Development Programme (UNDP) and the U.N. Children's Fund (UNICEF) with the support of the U.N. Office for Co-ordination of Humanitarian Affairs (OCHA) and the World Health Organization, pp. 1-75.
- UNSCEAR, 1988. Sources, Effects, and Risks of Ionizing Radiation, New York: United Nations Scientific Committee on the Effects of Atomic Radiation.
- UNSCEAR, 2000. Sources and Effects of Ionizing Radiation. (New York: United Nations Scientific Committee on the Effects of Atomic Radiation).
- L. Wei, Y. Zha, Z. Tao, W. He, D. Chen, Y. Yuan, 1990. “Epidemiological Investigation of Radiological Effects in High Background Radiation Areas of Yangjiang, China. J. Radiat. Res., Vol. 31, pp. 119-136.
Ver:
Zbigniew Jaworowski, "Observations on Chernobyl. After 25 Years of Radiophobia". Summer 2010.